lunes, 20 de junio de 2016

Los que se van

A medida que te vas haciendo mayor, dejas de contar los años que tienes y cuentas los seres queridos a quienes has amado y se han ido para siempre. Se cumple hoy el primer año de la partida definitiva de mi madre, hecho que mencioné y del que dije que, gracias a la desfrontalización sufrida por mi lobotomía, me había permitido llevar el duelo sin particular sufrimiento.
Los creyentes vivimos con la esperanza de que nuestra alma inmortal algún día se desprenda de nuestro cuerpo material y vaya al encuentro del Creador y de todas las personas a las que hemos amado. No así de nuestras mascotas a las cuales también pudimos amar pero a las cuales no les atribuimos alma inmortal.
Para otras creencias, el alma vuelve a incorporarse en un ciclo infinito de reencarnaciones que no tienen por qué ser en seres autoconscientes  y sin el más mínimo conocimiento de nuestras vidas anteriores.
Algo así como mi paso por el estado de coma del que todo lo que conozco es lo que me han contado.
Para el no creyente, ni eso. Todo el Universo no es más que una fluctuación cuántica de la nada en un ciclo sin principio ni fin de creación, desarrollo y destrucción donde la nada vuelve a ser nada aunque pueda existir un lapso de tiempo durante el cual  tome existencia todo lo que conocemos. Quizá el problema radique en la definición de existencia.
Hubo un tiempo en que el término marcharse podía referirse a casi cualquier cosa. En particular, la expresión "se fue a comprar tabaco" significaba que alguien se había marchado de su entorno social sin despedirse de nadie y sin dar explicaciones de su conducta.
Podía ser alguien que dejaba por las buenas un puesto de trabajo o incluso alguien que abandonaba a su familia sin más.
Pero hoy no quiero hablar de quienes se fueron a comprar tabaco sino de quienes se fueron al encuentro con el Creador al terminarse su tiempo en este Mundo.
Lógicamente, no puedo enumerar a todas las personas a las que amé y de las que me consta que ya no están.
Pasé toda la primera parte de mi vida con miedo a lo que sufriría cuando mi madre se fuese y, cuando sucedió, había perdido la capacidad de sentir emociones.
Lo cierto es que mi Madre perdió las ganas de vivir cuando falleció mi padre.Cuando tuve el accidente, aunque sobreviví, ella sufrió por mí todo lo que yo me he ahorrado después por la lobotomía. Y a su edad (80) un golpe así en el que no sabes si tu hijo va a vivir o morir, afecta severamente la salud.
Una de las cosas que más mal me sabe de mi accidente es que por el problema de movilidad me perdí los últimos años de mi madre. Sin embargo, ella sufría sólo de verme caminar lerdo y con el brazo  izquierdo encogido y pegado al pecho.
Rueda de las reencarnaciones según la Fe budista
Fuente: Google

2 comentarios:

  1. HOLA SANTI SIENTO MUCHO EL QUE PERDIERAS A TU QUERIDA MADRE HACE UN AÑO.
    YO LA PERDI HACE MAS DE 80 AÑOS, CUANDO LOS BOMBARDEOS DE LA GUERRA CIVIL. PUES COMO VES SIEMPRE LOS HAY PEORES.
    EN CUANTO AL TEMA POSTERIOR DESPUES DE FALLECIDO ES TAN LARGO Y DIFICIL, QUE PREFIERO NO HABLAR.
    UN ABRAZO
    Manel

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  2. Gracias Manel por tu comentario. Lamento que perdieras a tu madre tan de niño y tuvieras que criarte sin ella. Yo, al menos la pude disfrutar 50 años.
    Un abrazo.
    Santi

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