martes, 23 de diciembre de 2014

En el país de los ciegos



Nunca fui particularmente bueno en ninguno de los deportes que practiqué.

Rectifico:

Siempre fui un completo y absoluto desastre en todos y cada uno los deportes en los que osé cruzar unos guantes.
Una de las advertencias que me hicieron mis fisioterapeutas desde el principio de mi rehabilitación fue que, aunque sí iba a mejorar, nunca iba a ser más ágil de lo que era antes del accidente.
Sin embargo, una de las actividades que me propusieron en la uen fue la práctica de deporte adaptado.
En concreto boccia.
Se caracteriza este deporte por no requerir de habilidades especiales, ni fuerza ni destreza.
Es muy similar a la petanca de modo que el lector puede hacerse una idea de cómo es.
Somos pocos los pacientes de la uen que participamos en esta actividad y yo soy de los pocos que puedo permanecer en pie.
Quienes sufren tetraplejia se ven obligados a usar una rampa (canaleta) por la que dejan caer la bola que sostienen con el mentón con el que también orientan la rampa.
Comparándome con tales estrellas, la monitora de boccia (Pau) apreció en mí una capacidad para destacar en este deporte.
Dado que el club del  que ella es entrenadora   está compuesto básicamente por chicos afectados de parálisis cerebral, me propuso asistir a una sesión de valoración en el Centro de Alto Rendimiento deportivo (CAR) para que unos jueces me valoraran la posibilidad de participar en este deporte en competiciones paralímpicas.
Y así fue.
El pasado sábado 8 de noviembre – víspera de la costellada nazi-onal- fui al Centro de alto Rendimiento deportivo en Sant Cugat(CAR) para que me evaluasen como potencial deportista paralímpico.
Allí sucedió lo contrario de lo ocurrido en la uen: No me comparaban con tetrapléjicos y  abuelitas sino con  chicos afectados de parálisis cerebral. Es decir, en mucho peor estado.
Por si acaso había preguntado a Pau el nivel de comedia que tenía que interpretar y me había dicho que tenía que ser sincero y no hacer teatro.
Así las cosas, los jueces dijeron tajantemente:” Para boccia está claro que no”.
Mi gozo en un pozo: Por una vez que en la vida se me da bien algo no intelectual, resulta que no era así. Simplemente, estaba jugando con ventaja.
Los jueces, no obstante, dijeron que sí podía participar en otros deportes.
Es decir, sí estoy lo suficientemente fastidiado para ser paralímpico pero no para deportes tan sencillos como boccia.
Ni siquiera mi osificación periarticular que me impide estirar completamente el brazo derecho sirvió de argumento para que los jueces me aceptaran como competidor.

Aunque me han propuesto otras alternativas, como natación o atletismo, no me veo destacando en ninguna de ellas porque siempre fui malo en ambas.

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