jueves, 28 de agosto de 2014

Vivir con una Santa

Hace ya algún tiempo, mi AP suplente (Dexy)) me hizo ver que una parte del secreto de mi espectacular recuperación era mi toma de consciencia del sacrificio que mis seres queridos estaban haciendo por mí.
Es por eso que considero exagerados muchos de los elogios que recibo respecto a cómo he mejorado.
Cuando me lo comentan, suelo rebajar mérito recordando que no hago otra cosa y que además, me han ayudado mucho.
A lo primero, la respuesta suele ser que la obligación del enfermo es curarse y a lo segundo alguna vez me han respondido para mi satisfacción que yo me hacía merecedor de la ayuda recibida.
Lo que ya no acepto es que se me diga que soy un ejemplo de esfuerzo, sacrificio y fuerza de voluntad.
No creo ser, ni lo pretendo, ejemplo de nada para nadie. A lo sumo, me gustaría ser ejemplo para los comestibles por si alguna vez - Dios no lo quiera- se encuentran en una situación parecida.
Me parece haber dejado claro en varias ocasiones el profundo Amor que siento por Menchu, mi queridísima esposa y madre de mis hijos y ella sí que es un ejemplo de sacrificio y renuncia a sí misma.
Huelga decir que una lesión cerebral es un drama, no sólo para el interesado, sino también para toda la familia
He conocido muchos casos de personas que se han visto abandonados por sus parejas, e incluso por sus padres, después de sufrir una grave lesión.
Cuando salí de la Guttmann con un nivel reconocido de discapacidad del 99 %, Menchu tuvo que elegir entre que yo volviera a renacer  o hacerlo ella.
Demostrando su Amor hacia mí, decidió por lo primero.
Tal vez el lector piense que esa era su obligación por ser mi esposa y haber prometido con Dios por testigo que me amaría tanto en la salud como en la enfermedad.
No obstante, por mucho que pueda pensarse así, el sacrificio sigue existiendo y no todo el mundo actúa de la misma manera.
Con frecuencia le digo que si se hubiera desempallegado de mí, con lo buena que está y lo encantadora que es, al igual que nuestros hijos, a estas horas ya habría rehecho su vida.
Yo tal vez me habría muerto de pena y, con certeza, no habría conseguido ni la décima parte de la mejoría conseguida pero en el momento que ella tomó la decisión de apoyarme ella no tenía ni idea de hasta dónde llegaría yo. En aquel momento yo era absolutamente dependiente y no podía hacer nada sólo.
A veces recordamos cómo antes de acostarnos me llevaba al lavabo y por las mañanas, cuando se iba a trabajar, yo le pedía que me cambiara el pañal y ella me decía que no, que ya no iba a hacer más pipí.
Esperaba entonces que llegara Maricela (la AP titular) quien me aseaba y me trasladaba a la silla de ruedas para ir a desayunar.
Gracias al trabajo que mis terapeutas han hecho conmigo, ahora me levanto yo sólo y voy al lavabo caminando cuando me da la gana.

 Sólo le pido a Dios que, cuando los comestibles crezcan, puedan leer esto y tomen ejemplo de la Madre que tuvieron, aunque también espero que nunca se encuentren en la tesitura de tener que tomar una decisión parecida.


Menchu, donde recibieron martirio los primeros Santos (junio 2000)

2 comentarios:

  1. HOLA SANTI.- CELEBRO MUCHO TU MEJORIA, DE LA CUAL ESTABA YA CONVENCIDO, PERO ME ALEGRO MUCHO, PERO MUCHO QUE VALORES EL SACRIFICIO DE NUESTRAS ESPOSAS, ANTE LA IMPOSIBILIDAD DE HACER ALGUNAS COSAS POR NOSOTROS MISMOS.
    CON RESPECTO A TUS HIJOS TEN CONFIANZA, EN EL SENTIDO QUE NO TENDRAN NADA PARECIDO A LO TUYO, SINO QUE SOLO VERAN EL GRAN EJEMPLO DE SU MADRE.
    Manel El de la cuarta edad.

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    1. Gracias Manel por tu comentario y amables palabras.
      Dios quiera que tengas razón
      Un abrazo.
      Santi

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